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Una novela que atrapa y seduce desde la primera hasta la última página porque sus personajes son de carne y hueso, son débiles y, ante todo, humanos 28/01/2011Publicado en Revista Paperblog



Tengo que confesar que no conocía ni a Larry Brown ni su novela Amor malo y feroz hasta que la editorial Bartleby me la mandó a casa, por lo que aprovecho desde aquí para darles las gracias por su generosidad. Ahora, después de haberla leído en tan solo dos días, de lo único que me arrepiento es de no haberlo leído antes.

Y de no haber descubierto antes a este escritor norteamericano que nació en Oxford, Misisipi, en 1951 y murió también en Oxford, donde vivió toda su vida, en 2004. Amor malo y feroz es su obra más conocida a nivel internacional y fue llevada al cine en 2001.

Esta obra está formada por diez relatos: Desenamorarse, La aprendiza, Algo salvaje, Amor malo y feroz, Pepitas de oro, Esperar a las señoras, Viejos soldados, Sueño, Disciplina y 92 días. Todos ellos se desarrollan en el Sur de Estados Unidos, en pueblos de mala muerte en los que la única diversión y el único entretenimiento posible es emborracharse. Atiborrarse de cervezas. Cervezas que se venden en todas partes calientes por una absurda ley y que se enfrían en neveritas que siempre están llenas de hielo y de botellines o latas de cerveza. Lo de menos es dónde esté la nevera o dónde se beban las cervezas. En casa, en la calle, en los bares o en el coche, conduciendo. Eso es lo de menos. Porque lo único importante es beber hasta perder la consciencia. Beber para olvidarse de todo.

Porque los hombres que protagonizan estos relatos tienen muchas cosas que olvidar. Son unos fracasados, sus mujeres o ex mujeres les odian, les hacen la vida imposible, les impiden ver a sus hijos o, en el mejor de los casos, les ignoran. Y ellos odian sus vidas. Porque no son felices, porque son incapaces de hacer realidad sus sueños. Porque están solos. Porque lo único que saben hacer es beber y emborracharse. En eso consisten sus vidas. Son patéticos y lo saben. Por eso prefieren no pensar, no hacer nada y olvidar. Es lo más fácil.

Como igual de fácil es desahogarse echando un polvo de vez en cuando con mujeres desconocidas tan desesperadas por pillar como ellos o simplemente liarse a puñetazos con hombres tan patéticos que, al igual que ellos mismos, solo piensan en pasar sus días y su vida entre borrachera y borrachera.

Ante este panorama tan desolador, cada personaje tiene que enfrentarse a sus propios fantasmas y sus propios miedos. Solos. Sin la ayuda de nadie. Hacer un último esfuerzo para reconquistar a una novia, huir de las continuas y agotadoras peleas o, por el contrario, desenamorarse y desentenderse de todo para siempre. Intentar convivir, o quizá sería mejor decir sobrevivir, con una mujer que está obsesionada con ser escritora y se ha olvidado de todo lo demás, especialmente de su marido, ese extraño con el que vive, o algo parecido. Vivir una aventura con una mujer a la que has conocido en un bar de mala muerte, intentar echar un polvo con ella todas las noches, dentro del coche, en medio del bosque, mientras tratas de huir de la policía y, lo más importante, de un novio loco, celoso, posesivo y, sobre todo, violento y grande como un armario. Intentar matar el tiempo en los bares, dando vueltas con el coche por la ciudad, sin rumbo, para no tener que ir a casa a enterrar al perro y, sobre todo, para no tener que ver a tu mujer, esa que siempre está insatisfecha, que siempre quiere más, que nunca se cansa, pero a la que es imposible provocar un orgasmo porque su vagina es demasiado grande. O quizá tu pene sea demasiado pequeño, quién sabe. Pasar las horas en un tugurio intentando invitar a unas copas a unas jovencísimas prostitutas ante la atenta y amenazadora mirada de la madama.

Perseguir por toda la ciudad a un exhibicionista que ha asustado a tu mujer mientras salía a tirar la basura. Compartir unas pocas cervezas y muchas conversaciones y recuerdos con amigos de tu padre ya fallecido, soldados que, como él, combatieron en la Segunda Guerra Mundial, esa guerra que les cambió la vida y les marcó para siempre. Controlarte para no matar a tu mujer porque todas y cada una de las noches te impide dormir, conciliar el sueño, descansar, ser feliz. Intentar no volverte loco en un juicio, en tu juicio, en el que está en juego tu libertad condicional y la posibilidad de salir de la cárcel, una cárcel muy especial, un correccional para malos escritores, escritores que plagian, una cárcel en la que no solo los presos son escritores, sino que los guardianes son editores y los verdugos miembros de clubes de lectura. Sobrevivir sin el apoyo de tu familia ni de los borrachos de tus amigos, haciendo frente a tu ex mujer, a su abogado, que lo único que quieren es arruinarte y no dejarte ver a tus hijos, mientras lo único que tú quieres, lo único que te importa y que deseas con todas tus fuerzas, tu razón de vivir y de levantarte cada mañana es escribir novelas y relatos. Relatos que, uno detrás de otro, te devuelven las editoriales. Relatos que jamás verás publicados. Relatos que te obsesionan, te vuelven loco, te consumen pero que, al mismo tiempo, te hacen sentirte vivo.

Todo esto y mucho más es Amor malo y feroz. Una novela que atrapa y seduce desde la primera hasta la última página porque sus personajes son de carne y hueso, son débiles y, ante todo, humanos. Una novela dura, cruel, injusta, pero al mismo tiempo real, cercana, humana. Es como la vida. Los finales, siempre sorprendentes, imprevisibles e impactantes, casi nunca son felices. Como en la vida. Porque en la vida real no hay príncipes azules ni felicidad eterna. Porque en la vida, muchas veces, el amor está mezclado con alcohol, con sangre, con violencia, con gritos. Porque el amor puede ser dulce, tierno, maravilloso, pero también brutal y, sobre todo, malo y feroz.

GOIZEDER LAMARIANO MARTÍN

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